Cacahuete Pelado Tostado Ecológico • Flors I Violes
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Cacahuete pelado tostado ecológico

Envase de 120 gr.

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El cacahuete es un alimento singular, y en cierto sentido algo misterioso. En primer lugar, no es un frutos seco; ésta es una etiqueta que le viene dada por poseer una cáscara leñosa sin pulpa–, sino que se trata de la semilla de un arbusto leguminoso, es decir, se trata de una legumbre.

Por tanto, al contrario de lo que popularmente se cree, en términos botánicos el cacahuete se encuentra más cerca de una judía o de un guisante que de una nuez, aunque se suela incluir en los clásicos surtidos de frutos secos.

El cacahuete suma a su saludable composición como legumbre ciertas ventajas de los frutos secos, lo que lo convierte en una semilla única.

Los cacahuetes son los “frutos secos” que aportan más vitamina B3, más ácido fólico y más proteínas (26%) y también de los más calóricos (571 calorías por 100 gramos).

Sin embargo, al ser en su mayoría grasas monoinsaturadas (58%) y poliinsaturadas (26%) ayudan a equilibrar las tasas de colesterol. Además contienen fibra (7%) y cantidades considerables de minerales como magnesio, cinc, fósforo, níquel (que favorece la absorción del hierro) y hierro en abundancia.

En cuanto a sus vitaminas, el humilde cacahuete es un auténtico campeón. Aunque no aporta tanta vitamina E, de tipo liposoluble, como los frutos secos, su aporte es considerable: 30 gramos cubren la cuarta parte de las necesidades diarias.

Pero sobre todo el cacahuete es rico en vitaminas del grupo B, especialmente si se consume crudo, pues este tipo de vitaminas hidrosolubles se pierden con más facilidad cuando se cuece o simplemente se tuesta.

Aunque se incluyen en la lista de alimentos que más reacciones alérgicas producen, los cacahuetes son “frutos secos” a considerar dentro de una dieta sana por su interesante aporte de proteínas y su concentración de nutrientes.

Sus proteínas son ricas en arginina, más incluso que algunos alimentos considerados fuentes importantes de proteínas, como la carne de ternera. Este aminoácido no esencial interviene en la producción de la hormona de crecimiento y en el mantenimiento y la reparación de los sistemas inmunitario y nervioso; además, mejora la cantidad y la movilidad de los espermatozoides.

Al ser una legumbre, el cacahuete también es rico en triptófano, un aminoácido esencial que es utilizado por nuestro cerebro para producir serotonina, un neurotransmisor que estabiliza el estado de ánimo y ayuda a conciliar el sueño.

La medicina tradicional china (MTC) conoce bien las propiedades del cacahuete, pero su visión es más holística y sutil que la occidental, que solo considera sus componentes químicos. LA MTC Le atribuye el sabor dulce o elemento tierra, así como la propiedad de lubricar el intestino. Desde las perspectiva de los cinco elementos se cree que armoniza el estómago y que afecta a la regulación de los pulmones y el bazo-páncreas, ayudando a encontrar el equilibrio cuando asaltan las ideas obsesivas.

En China se emplea la cáscara en infusión para bajar la presión arterial.

Lo más curioso de esta legumbre es que tiene la particularidad de desarrollarse bajo tierrapues el tallo de la flor, en cierto momento de la maduración, se curva hacia abajo y empuja contra el suelo a la delgada cáscara leñosa hasta enterrarla a unos cinco centímetros de profundidad.

Esta es una característica botánica única en el mundo vegetal y de ahí que su nombre científico sea hypogea, que en griego significa “bajo tierra”.

El cacahuete ya se cultivaba en la época precolombina. Era un importante alimento en el Perú de los antiguos incas, quienes lo utilizaban como moneda de cambio y conocían bien sus cualidades alimenticias.

Desde Brasil, los navegantes portugueses lo embarcaron en sus naves y lo llevaron hasta la India y otras partes de Asia. También fueron los primeros en exportarlo al continente africano, donde se convirtió en un cultivo muy importante.

Hoy China e India son los mayores productores de cacahuete. Les sigue Estados Unidos, donde se cultiva profusamente desde principios del siglo xx gracias a que un científico agrícola animó a los granjeros del sur a sustituir su algodón, muy vulnerable al gorgojo, por esta leguminosa, más resistente a las plagas.

 

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